9 jun 2011

El rey de los Mendigos. La profecía


Las Cuatro Casas, como se les llamaba a los cuatro reinos memoriales. Nofeth, Anuz, Celiriom y Morazkavián, vivieron en paz hasta el tercer quinquenio desde el establecimiento de los límites señoriales. En el año segundo de Romaldo, Rey de Celiriom, se había constituido los límites de los Reinos y en acuerdo con los señores de las Cuatro Casas habían desterrado a los hijos de Krull, hijo de Parandir, el primer hombre sobre la tierra. Los hechos de Krull están descritos en los anales de Námonet, Hijo de Maru, hijo de Parandir.

Los hijos de krull, al igual que su Padre, no amaron las tierras de Panat y vagaron como fugitivos y proscritos, ganándose el desprecio de los otros reinos. Practicaban ritos detestables, tenían hijos entre los propios integrantes de la familia, levantaron altares en bosques oscuros, en despeñaderos, en sierras desoladas y adoraron a la noche, tenían sus propios dioses, los "Agnan", que quiere decir “Los siete” a quienes les entregaban en sacrificio sus niños recién nacidos, para después hundirse en el más oscuro y detestable desenfreno, provocados por bebidas nauseabundas que incendiaban las entrañas, borrando todo vestigio de humanidad y raciocinio en sus actos.

Hay registros de que en estos cultos abominables algunos asimilaban formas de animales y bestias nocturnas y desolaban las aldeas, desnudos internándose en lo más recóndito de la oscuridad, hasta que los primeros rayos del sol desgarraban y acallaban aquellos actos ignominiosos. A este pueblo se les llamó los Hamiruth, “Los Errantes”.

Dice el registro de Caramitram, que los “Agnan”, también conocidos como los siete, quienes tenían forma de hombre y de lobo, les enseñaron a perfeccionar las artes del metal, confeccionando armas indestructibles y a la vez blandas y ágiles para llevar en batalla. Según las antiguas historias del reino de Morazkavián, los siete eran provenientes de las tierras remotas de Alcazanián (que significa el Monte de las luces). Enseñaron las artes de la guerra y de la muerte, iniciando en la maldad a las nonatas mentes de estos hombres, que caminaban como niños en las praderas de Panat.

Estos semidioses instruyeron a todos los que no sentían paz en su alma, sino que vagaban en la oscuridad de los bosques, pantanos y cavernas, las horrendas formas de torturas y maleficios para aniquilar, destruir y demoler toda forma de vida o hacer delirar perdidos en la locura a sus víctimas.

La maldad de los hombres comenzó a crecer y los Agnan no fueron los únicos que mancillaron las mentes de los Hamiruth, Otras formas de maldad fueron sueltas en aquellos tiempos. Seres abominables aparecieron de las profundidades de la tierra, demonios atraídos por el mal que se estaba gestando en las cuevas de hamartiniam, morada de los Hamiruth.

Estos seres fueron liberados de las cadenas eternas a las cuales el Creador había preparado para ellos, antes de que el tiempo corriera en el gran reloj universal, en días cuando las estrellas solo eran pensamientos en la mente del gran creador.

Lo abuelos de nuestros abuelos hablan de una gran lucha que se gestó en el inicio del tiempo. Espíritus nobles fueron movidos a la envidia, cuando vieron que el Espíritu Sublime creó a los hombres con amor y dedicación, como el alfarero prepara la greda para hacer su vasija.

Siendo envueltos en llamas, fueron expulsados de las moradas sagradas, pues aquellos prefirieron abrazar la oscuridad, estos mismos fueron dispuestos a una eternidad en prisiones privadas de luz.

Envueltos en fuego y odio, estos hicieron crecer a cada segundo el horror y la maldad en sus corroídas almas, se hicieron fuertes, hasta que un día, cuando la Verdad y la Justicia comenzaron a debilitarse, cuando los grandes imperios no lucharon por defender a los desvalidos, cuando se levantaron malos reyes que construyeron grandes palacios y jardines a costa de esclavos, personas tratadas como bestias. Fue en esos días en que el Espíritu Sublime hayo tristeza en su corazón por ver que sus hijos se apartaban del amor y la piedad.

El aroma de la maldad que subía desde la tierra, llegó a las fosas profundas de Nod, y desde sus insondables profundidades, los Wallubel, que en Antonás significa “Los muertos en llamas” fueron sueltos.

Salieron los seis Demonios y como sabían las artes de la magia, se hicieron pasar por jinetes con vestiduras bermejas. Rondaron a las afueras de las ciudades, intimidando a los caminantes, aterraron aldeas y capturaron a jóvenes vírgenes para cumplir los más bajos deseos nacidos de un mal que no tiene palabras, de una oscuridad remota y perdida en el seno olvidado de Panat.

De la unión de estos demonios con las hijas de los mortales, vienen los más despreciables seres que habitan la tierra, los Razbas, que significa los “Sin nombre”, pues no son dignos de llevar uno.

Los demás hombres al verse dominados e intimidados por esta oscuridad, volvieron sus ojos a las estrellas del norte, a la casa del Espíritu Sublime. Y el Creador levantó un ejército que desde las estrellas más remotas bajaron a la tierra y se enfrentaron a los Wallubel y a su descendencia. Los Muertos en llamas volvieron a ser encadenados y murieron casi todos los Razbas, excepto un puñado que logró internarse en los pantanos de Edaron.

En el distrito circundante de Dimbur, el pueblo de los herreros, descendientes de los Hamiruth, eran gente ruda y tosca, de escasas palabras, que habían llegado a las planicies de Antar, cinco kilómetros al suroeste de la cadena montañosa de Nanusad, junto a las tribus perdidas de Lot Rumot, hicieron una alianza para tomar a uno de los príncipes de las Cuatro casas y así derramar su sangre sobre las fosas de Nod y soltar nuevamente a los demonios para dominar la tierra.

En tiempos del acoso del gran Rey Cayo “Puño de piedra”, hijo de Eleandro, su hija Anabel fue secuestrada por los Dimbureanos. La llevaron al norte cruzando el río de Orontes hasta el lago Negro. Los jinetes de Celiriom montaron a los Nazurem, la más exquisita estirpe de caballos. Cabalgaron dos noches y tres días hasta emboscar a los Dimbureanos a la entrada de las sierras perdidas de Lothum. Pero si bien impidieron que la sangre de la princesa fuera derramada sobre las fosas malditas, esta joven sufrió una herida profunda en su costado, producida por un puñal envenenado de uno de los secuestradores. Tres días agonizó Anabel, hasta que murió. Fue grande el desconsuelo en Celiriom.

Su padre, el rey Cayo, convocó a los tres Reyes en el concilio de Eneas, en el Reino de Celiriom.

Luego del coniclio se exigió un tercio en tributos para mediar la paz y así levantar el legendario círculo de Nolhem, para establecer sobre todo pueblo conocido la estirpe de los Gaugrum, los jinetes de la Verdad, jueces ambulantes con la venia de las Cuatro Casas, para ejercer la justicia en Panat.

Los Gaugrum junto a los soldados de Celiriom, de Morazkavián, de Nofeth, de Anuz, hasta de las tribus de los Tilith del bosque del fuego, se unieron para atacar a la gente de Dimbur.

Pero al llegar a las planicies de Mut, no había ya rastros de ellos.

Nadie sabe qué sucedió con el pueblo de Dimbur.

Los Dimburianos se asentaron en estos terrenos trabajando silenciosamente el hierro en refugios construidos debajo de los bosques negros de Telerím.

Junto a los herreros, estaban los “Grom”, hombres de las Cumbres grises, un violento pueblo al norte de la pampa de los muertos, conocidos por sus costumbres antropófagas.

También fueron amenazados, a pesar de que no se probó su participación en el secuestro de Anabel, nadie confiaba en ellos.

Desde los comienzos, este pueblo descendiente de los Hamiruth tuvieron participación en varios motines contra el Reino de Nofeth, pero gracias a la embestida del rey Benómidas, del pueblo perdido de Caramutnos, en la antigua y renombrada batalla de las Nubes de Sangre, logró someter a estos rebeldes y disidentes que habían sido corrompidos por los Wallubel en los tiempos primeros.

Ahora el rey Dago “el Clemente”, pudo someter a estos hombres salvajes, en la batalla de los campos baldíos, pero después del debilitamiento de la alianza de Beneriam, cuando la confederación de las “Cuatro Casas” se debilitó al punto del cisma, llamado el cisma de Elenon, en el décimo octavo año del reinado de Dago, estas gentes tomaron fuerzas y dirigidas por Lothus, hijos de Telhus, descendiente de los Razbas, casado con la hija del príncipe de los Dimbureanos, quienes luego de décadas en el silencio volvieron del destierro en las llanuras de Goron.

Los hijos de Krull se hacían de un nombre para unirse bajo una sola bandera, el estandarte de la muerte. Mientras que las Cuatro Casas no lograban afianzar sus acuerdos. En lo oculto, el primogénito de Telhus, príncipe de la oscuridad, llamado Abhiel, hayó en la colina de los muertos un escrito de Benul, bisnieto de Krull, conocido por sus artes de hechicería. Invocó a los Agnan y los Agnan soltaron a una de sus mascotas, un temible Lobo llamado Cabrijal, quién por orden de los Agnan atacó a Abhiel, pero no hasta matarlo. El joven quedó con heridas profundas, pero luego de sufrir terribles dolores, a la segunda noche se sintió fortalecido. Los Agnan pudieron a través de sus heridas entrar al alma de Abhiel y él fue sus ojos y su boca. Poco a poco los siete Señores oscuros se apoderaron de Abhiel hasta convertirlo en una temible marioneta diabólica. Los siete Señores oscuros ahora volvieron a la tierra pero en el cuerpo de un hombre. Ya nunca más se le llamo Abhiel, ahora fue conocido como Abheziel, que significa "Señor de las tinieblas".

Desde las colinas comenzó a forjarse nuevamente la maldad, planearon la embestida de Alcarontes, sus planes eran destruir el ejército de las Cuatro Casas junto a los Gaugrum y traer nuevamente a la tierra a los seis muertos en llamas para reinar por siempre. La hora oscura se avizoraba en el horizonte. El tiempo de la paz llegaba a su fin.

Pero la gran crisis en Morazkavián no era una cuestión de enemigos foráneos, sino una terrible tragedia interna.

Todo comenzó con el Rey Dago, vigésimo noveno monarca de la casa de Almenandro hijo de Menot, hijo de Parandir, quién se casó con Brunilde, hija del Rey Kano, de la casa de los Oruth del reino de Nofeth, pueblo a las orillas de las costas.

Estos no pudieron tener hijos.

La gran alianza de las Cuatro casas se debilitaba, porque Kano creyó que el joven Dago nunca quiso a su hija.

Según los rumores que merodean las Murallas perennes de Morazkavián. Dago se enamoró de una bella campesina, amor que se llevó en silencio por un año, hasta que la Madre de Dago, la Reina Enibria se enteró de lo sucedido y envió a matar a la joven. Se dice que en esa noche, la joven huyó gracias a que su Padre y sus dos hermanos ofrendaron su vida por ella. En el pequeño embarcadero, besando el cabo de Eneas, Dago se despidió de su amada.

Desde ese entonces, a pesar de que la boda estaba acordada entre las dos Casas, para asegurar la alianza política, el corazón de Dago nunca le perteneció a Brunilde.

Enibria por su lado tenía un mejor plan.

Enibria era esposa de Brando, hermano del Rey Almenandro. En la batalla de las nieves de Mut, en contra de los Bárbaros de Iberian. Embestido por una lanza, Brando agonizaba en el suelo frío e hizo que su hermano Almenandro le hiciese una promesa, casarse con Enibria que estaba embarazada y adoptar como su hijo a la criatura de su vientre. El Rey Almenandro era viudo, porque su esposa Ana había muerto en el parto de su primogénito, al nacer ella le puso por nombre Dago a su hijo, que significa Luz.

Luego nació el hijo de Enibria a quién ella le llamó Abadan, que significa Hijo de mi fuerza.

Almenandro, siendo fiel a la promesa que dio a su hermano se casó con Enibria. Dago y Abadan fueron los dos príncipes hijos de los Reyes que se criaron juntos sobre las baldosas del palacio de Morazkavián. Pero Enibria nunca amó a Dago hijo de Almenandro, aunque él la llamaba Madre.

Pero no era del todo odio lo que tenía Enibria por Dago, pues algún cariño sentía sobre ese niño que luego creció, pero su corazón estaba con su hijo Abadan.

Motivada por la maldad o quizás la avaricia, la Reina consultó al hechicero Abral, para que le preparara algún ungüento con el cual dejar sin simiente a Dago.

Y así durante años, la Reina sabiendo que Dago sería Rey, tramó la posibilidad de impedirle una descendencia, para que en la casa de Almenandro se levante la simiente de Abadan en vez de la de Dago.

Pasaron los años, y aunque Dago se casó con Brunilde, nunca tuvieron hijos. Esta, deshonrada y sintiéndose repudiada por Dago, al décimo octavo año de matrimonio decidió volver al seno de su Padre.

La alianza de las cuatro casas estaba rota. Los reinos de Morazkavián y Nofeth cortaban bruscamente las relaciones.

En la soledad del palacio, al frente de la gran mesa de Iluthir, Dago solitario vislumbra el horizonte negro que se viene sobre su reino. Un Rey sin simiente y enemigos por doquier.

Era el día sexto luego del gran quiebre de las Cuatro Casas, cuando en medio de un banquete sombrío. El Rey zozobraba en melancolía y desazón. En medio de la corte, se levanta el anciano Ethan, consejero del Rey.

-Honorable Rey, en estos días terribles para todos nosotros, días de oscuridad y penumbra, pidiendo consejo al Espíritu Sublime, ayer tuve un sueño. Soñé que desde las estepas del sur, más allá de los límites del lago de Nef, venían un cervatillo y su madre. El cervatillo era joven y robusto, y al parecer su Madre lo cubría.

De pronto a la Madre se le dio alas para llevarlo lejos, al otro lado del Mar. Y una nube espesa los cubrió- Toda la Corte escuchaba con atención y extrema curiosidad las palabras del anciano Ethan- Pero el sueño me llevó a las cumbres de las sierras de Lothum y vi un jinete negro que galopaba y en el crin del caballo caía una especie de pestilencia que cubría toda la tierra con enfermedades y muerte. El caballo se paró frente a las puertas de Morazkavían y lo insultó con palabras blasfemas. Vi rey Dago, que el trono estaba vacío hasta que el viento sopló. En ese momento lloraba porque el trono permanecía vacío y la pestilencia cubría toda la tierra. Hasta que en medio de cuatro coronas aparecía el primer cervatillo que vi en la primera visión y se sentaba en el trono. Al sentarse en el trono, la pestilencia comenzaba a desaparecer-

Cuando terminó Ethan, el rey se puso de pie bruscamente y por un momento todo tuvo claridad. La esperanza de Morazkavián aún no había muerto. ¿Y si su amada doncella no se fue sola? ¿Y si en su interior llevaba el fruto de un amor indestructible, que después de diecinueve sigue vivo?

La Reina Enibria también escuchó el sueño del sabio y un escalofrío corre por su mente, la idea de que la campesina haya tenido un hijo de Dago.

Las sombras se avecinan sobre las Cuatro Casas.

La esperanza aún no está perdida, quizás el sueño del sabio, no es solo un sueño, sino una profecía. La Casa de Morazkavián tiene posiblemente un heredero. Pero ya han salido en su búsqueda los perros malditos de Enibria, las sombras enemigas que también tienen oídos en las paredes del palacio y un Rey esperanzado en volver a abrazar a su amor de juventud y al único heredero. ¿Quién llegará primero?

No hay comentarios: