Yo me bajo de este tren
Por favor, no me pidan que siga arriba.
Es que ya me saturé.
Yo me bajo de este tren de la religiosidad alienada a la
cual estamos sometidos como esclavos de un faraón malvado.
Me bajo del tren de las apariencias, del liderazgo enamorado
de estadísticas y masas de gentes, de llenar estadios, llenar teatros, llenar
calles, porque en el fondo su amor no es por las personas sino por ellos mismos
y su ego. Me bajo del tren de un liderazgo enamorado de las masas pero que es
indiferente absolutamente a las personas que la constituyen.
Me bajo del tren de las dictaduras, de ese liderazgo que te
empuja a que le confieses hasta el color de calzoncillos que usas, ese que poco
a poco se va metiendo en tu vida, hasta el punto de tomar tus hilos y dirigirte
como marioneta. Me bajo de ese tren de la manipulación colectiva, de esa
asolapada dictadura que te anula y te quiebra sistemática y absolutamente tu voluntad.
Me bajo al tren de las estadísticas, de andar respondiendo a
todos cuanta gente va a mi iglesia, como si fuéramos un exclusivo “country
club” que competimos por captar clientes. Me bajo de esa manera de pensar, que
los números son signos indubitables de la bendición de Dios. Los cementerios
crecen todos los días y están llenos de cadáveres.
Me bajo de ese chovinismo cristiano estúpido de pensar que
los creyentes son seres humanos de primera categoría y todos aquellos que no
comparten nuestras creencias están más abajo en la escala de valores. Me bajo
de ese espíritu sectario que embriaga a los cristianos. Qué vergüenza nos
debiera dar que en la práctica un no creyente se porta con más misericordia y
tiene más fe y esperanza, que trabaja por la paz y es compasivo y sensible al
dolor humano, más que toda la bulla de mil iglesias.
Me bajo del tren del ruido innecesario. De los decibeles
traumáticos a los cuales me tengo que exponer, de músicos engreídos que no
adoran a Dios sino a sus propios egos y de un aparataje musical tan falto de
diversidad, tino, contenido y silencios. No puede ser que vaya a una iglesia y
me encuentre que la típica bandita toca las mismas canciones sin contenido
espiritual que miles y miles de congregaciones. ¿Acaso no existen otros
instrumentos para tocar que los que toca M.Witt, J.A Romero y Hillsong? ¿Dónde
está la diversidad? ¿Dónde puedo hallar un charango, un arpa, un Cello, un
violín, el trompe?
Me bajo del tren de la moralina cristiana, esa misma que
levanta el dedo furioso contra los
candidatos políticos que apoyan la unión civil entre personas del mismo sexo,
pero apoyan o guardan silencio ante presidentes que inician guerras fratricidas
o venden estratosféricamente más armas que libros, cuadernos y lápices. Me bajo
de esa moralina que se escandaliza por un “Barrio rojo”, pero se mantiene
ignorante a los otros barrios inmorales, esos donde gente encorbatada sigue
alimentando la avaricia de ese puñado de poderosos que lo tienen todo y quieren
dejar sin nada a los que tienen tan poco. Me bajo del tren de nuestra
hipocresía, que se escandaliza por una grosería, una niña embarazada o un
cigarrillo en la boca de alguien, mientras guarda silencio ante las grandes
desigualdades, que llevan a la muerte de hambre cada 15 segundos, a niñitos en
todo el planeta.
Por favor, yo me bajo.
1 comentario:
Magistral; lo que nos mata no son los actos de los malvados, sino el silencio de los inocentes. Una mirada real a la hipocresía excluyente que carcome nuestras iglesias. Solo anhelo que Dios nos colme de sabiduría para seguir sus pasos y sus enseñanzas, en todos los aspectos de nuestras vidas. Muchas gracias, desde Colombia, por estas palabras.
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