7 feb 2008

4 pasos para arruinar tu vida (Para líderes)


Durante este mes, quiero compartir con ustedes un tema extraído de algunos encuentros con jóvenes que he tenido.

Esta semana comenzaremos con el primer punto de estos cuatro pasos para arruinar tu vida!!!!


1.- Construye tu identidad de acuerdo a terceras personas.

Desgarrado por el dolor, este hombre veía como se acercaban sus últimos días en el trono. En un acto desesperado le pide al anciano profeta que siga reconociendo su corona delante de sus ministros. El profeta ve en él sólo una sombría silueta de lo que fue alguna vez este rey, recuerda con nostalgia aquellos días en que era solo un muchacho y Dios lo había designado como rey sobre toda la casa de Israel. Hoy, como un esperpento, es sólo una marioneta guíada por los hilos de su propia codicia.

Estamos hablando de Saúl. Dios lo ha rechazado, pero su deseo es seguir siendo rey, aunque sea de apariencia. Es su última carta, ya sabe que su trono será de otro, pero le pide al profeta que éste siga reconociéndole delante de los ancianos del pueblo.

Por otro lado, un joven se levanta en medio de todas las miradas del ejército. Como carne de cañón se desliza decidido a lo que todos piensan será una masacre innecesaria.

A unos treinta metros, un gigante armado hasta los dientes se ríe de lo que él cree es una broma de mal gusto. Pero los ojos de este muchacho están clavados en el blanco, él no está jugando, él sabe que esta es la oportunidad de reivindicar el nombre de Dios.

¿Qué mueve a este adolescente pastor de ovejas a bajar del monte?

Su Padre no reconoce en él nada atractivo, sus hermanos lo menosprecian, Saúl lo subestima y le reitera que no podrá con este gigante, le ve sin experiencia. Hasta que este mocoso se avalanza sobre la linea de combate y el mismo Filisteo de tres metros se burla de él.

Un hombre camina en el desierto, ya van 40 días sin comer y el hambre mella en todo su cuerpo.

Como un chacal que olfatea su presa cansada, el diablo se acerca y le pide que demuestre quién es, que haga gala de todo el poder que ostenta su investidura.

Pero este hombre guarda silencio, no tiene nada que ofrecer , no tiene nada que demostrar, su identidad está escondida de todos aquellos consumidores de show.

3 ejemplos.

El primero. Un hombre que ha alcanzado el éxito y ya en la ocaso de su gloria, necesita el reconocimiento de terceros para afirmar lo que es.
Saúl es el vivo ejemplo de aquel que toda su vida la ha transformado en un montaje.
De aquel que necesita carentemente del respeto de terceros para afirmar su identidad, de aquel que es lo que hace, lo que tiene.
Hoy en día, en una sociedad Consumista, individualista y tecnocrática, hemos aprendido a valorar a la persona en una nueva dimensión diabóloca, a valorarlo por sus títulos, por lo que hace, por lo que tiene. Desde esa perspectiva hemos deformado el concepto de persona.
Proliferan en nuestra sociedad los títulos que dan status al hombre moderno, ya ni siquiera conocemos a las personas por el nombre: "Doctor tanto, ingeniero tanto, Abogado tanto..."
En la iglesia pasa de manera similar, es más, hay ciertos individuos que necesitan tanto los títulos jerárquicos que se enojan si uno les llama por su nombre. Conozco pastores que no les gusta que le digan "hermano", pues ellos han escalado en la "pirámide evangélica" y ahora son pastores (eso demuestra también una ignorancia del sentido bíblico del pastorado, pues según el Nuevo testamento, ser pastor no es un título jerárquico, sino una función, un don, como muchos otros) Otros, para remate ya no les gusta que le digan pastores, porque ahora son "apóstoles".
¡Que más inventaremos!
El síndrome de Saúl sigue vigente, que no es otra cosa que el mismo engaño de la serpiente en aquel paraíso primigenio, cuando seduce a la raza humana a no aceptar sus limitaciones humanas y buscar la gloria que tape su desnudez.

El segundo, un joven es elegido rey y a pesar de que nadie cree en él, ni aún sus más cercanos, este decide dar el paso de fe y aferrarse en aquellas experiencias que tuvo con aquel que sí ha invertido mucho en su persona y que lo ha librado innumerables ocasiones en el desierto. Es en honor a ese nombre que este muchacho decide bajar del monte y enfrentarse a esa máquina asesina.
David decide bajar del monte contra todo pronóstico.
Si hay alguien que puede tener una autoestima baja, ese es David. Casi todos los que le rodean le miran tan lleno de limitaciones, que es imposible pensar de él algo más de lo que aparentemente es, un mocoso pastor de ovejas. Pero él guarda un valioso comodín, ha tenido una experiencia de afecto, de amor y seguridad con Dios en el desierto, sabe que a pesar que muchos vean el él un difuso rompecabeza en el vertiginoso camino de la madurez, Dios ya ve en él el plano completo, Dios ya ve en él al gobernante que se sentará en el trono de Israel y llevará a este a ser una potencia mundial.
David no vive de acuerdo a los parámetros que le rotulan los que le rodean, él escucha la voz de Dios, esa que aprendió a escuchar en la soledad del desierto, esa que dice cuán valioso es él para Jehová, esa que le llena de canciones de amor, esa que le impulsa a bajar del monte y enfrentar aquel valle de Ela, aquel valle de sombras de muerte, confiando que tiene un Pastor que lo guiará.
Los jóvenes de hoy buscan referentes, buscan esconder sus verdaderas personalidades y estampan sobre ellas modelos que les proporcionan los medios. Muchos de nuestros jóvenes se odian y buscan desesperadamente el reconocimiento de terceros, buscan sepultar su verdadero yo, ese que encuentran tan débil, tan escaso de atracción.

El tercero, no necesita demostrar quién es, su identidad está escondida en el Padre.

Él sabe quién es, su alegría, su seguridad y su libertad lo demuestran.

Cuántos de nosotros podemos levantar con éxito empresas, lograr el reconocimiento de los que nos rodean, ser de admiración para las nuevas generaciones, pues bien, todo esto puede ser tremendamente peligroso.

Cuando llegas a alturas que otros no han llegado, el viento sopla más fuerte.

Cuando te alejas de los demás, terminas escuchándote a tí mismo, y eso es fatal.

Es en este punto de la ruta cuando los logros te enceguecen, cuando el personaje se apodera del actor. Cuando no puedes concebir una vida alejada del éxito y de esos cientos de palmoteos en la espalda.

Es ahí cuando renuncias a influir en los demás y sólo deseas impresionar.

Es ahí cuando te doblegas rendido al diablo y deseas saltar del pináculo del templo para seguir alimentando a la gente con más show.

Es ahí cuando accedes a poseer todos los bienes y el poder que te ofrece el mundo.

Es por eso, que a muchos de nosotros (líderes) nos cuesta orar y no es porque la oración en si sea tediosa, sino porque la oración tiene que ver con aquello que está en lo secreto, la oración nace en aquel momento cuando ya nadie nos está mirando, la oración es el santuario donde yo soy "yo mismo". Hemos hecho de la iglesia el carnaval de las apariencias, de los rótulos, de las máscaras y disfraces de santidad, hemos hecho de la iglesia un shopping donde vendemos éxito barato.

Es ahí donde en nuestros cultos ofrecemos una realidad virtual, para seguir alimentando a las personas de aquello que desean ser y es ahí donde les damos todas las herramientas para que se averguencen de aquello que realmente son y terminen hundiéndolo bajo ropajes de hipocresía.

¿Quedará esperanzas para los que vivimos de acuerdo a terceras personas?

Claro, encontrase con ese Padre amoroso, que nos baste solo su abrazo, que todo lo demás sea transitorio, que lo único absoluto en nuestra vida sea él, para que así no nos frustremos en la eternidad, cuando ya no tengamos que impresionar a nadie , cuando ya nuestras destrezas no sean necesarias y la admiración le pertenezca solo a una persona, DIOS.