19 ago 2012

DANTE GEBEL. Prólogo extendido para el libro "Cómo usar el Humor en el Ministerio" de Editorial Vida.



PROLOGO EXTENDIDO DE DANTE GEBEL PARA MI LIBRO: ”COMO USAR EL HUMOR EN EL MINISTERIO” de Editorial Vida.

Cierta vez entablé una charla con un hombre de negocios en un vuelo que compartíamos rumbo a Italia. Comenzamos a hablar de algunas trivialidades, hasta que me preguntó a qué me dedicaba. Le dije que era predicador y el me confesó que era un católico practicante.

- Sabe que me inquieta de la doctrina de los protestantes? –dijo- El hecho que ustedes hacen demasiado fácil todo el Evangelio.

- A qué se refiere con “demasiado fácil”? – le pregunté sorprendido.

Mi compañero de viaje se inclinó hacia el borde del asiento y pasó a darme su singular punto de vista:
- Verá, los católicos tenemos nuestras penitencias, sacramentos, homilías, liturgias y hasta oraciones pensadas para cada necesidad. Aún los que fuimos católicos desde niños, no estamos del todo seguros que estamos haciendo lo correcto y dudamos si finalmente nos mereceremos el cielo o iremos directo al infierno. Ustedes simplemente dicen: “Acepta que Cristo murió por ti y listo!”…sencillamente me parece demasiado fácil, demasiado accesible, digo, no hay nada que yo pueda aportar para merecerme la salvación y eso hace que todo suene poco creíble, me entiende? Cuando la ofrenda es demasiado grande, hasta el santo desconfía!
Increíblemente al hombre le costaba aceptar y entender la gracia. Si le hubiese dicho que para acceder a la salvación debería orar trescientos padres nuestros o hacer una caminata de rodillas por el medio de la selva, lo habría aceptado sin ninguna objeción. El gran problema era comprender el escándalo de la gracia. Demasiado sencillo para ser verdad.
Cuento esta anécdota porque también es inherente a nuestro pueblo cristiano, a la mayoría le es más fácil digerir el legalismo que la libertad en Cristo. Si en nuestro horizonte aparece un predicador con gesto adusto y un rostro desencajado que solo se dedica a exhortar sin piedad a la Iglesia, es probable que mas del noventa por ciento de la iglesia lo acepte sin dudar y reciba su mensaje como indiscutible y canónico. Lo serio, tradicional y conservador siempre suena mas espiritual y encaja mas en nuestra religión que un predicador que habla de la gracia y por si fuese poco escándalo, además hace reír durante sus sermones!
Yo mismo he estado por años en la mira de los depredadores que no comprenden el arte de la oratoria y consideran una blasfemia el hecho de utilizar el recurso del buen humor en un sermón o en una conferencia.

Contrariamente a lo que algunos dan por sentado, me considero un hombre bastante conservador (quienes siguen mi ministerio de cerca saben que he dedicado gran parte de mi vida a esgrimir todo el consejo de Dios en mis mensajes, esencialmente la integridad de vida, incluso convocamos a miles de jóvenes en estadios para hacer compromisos de santidad ante el Señor), sin embargo no he podido eludir el estigma de “predicador payaso” o “el que cuenta chistes y se burla de las cosas santas”. Es que existe un grupo de gente intransigente que necesita poner una etiqueta a las personas a las que les cuesta definir, para luego quedarse en paz, como si el simple hecho del rótulo los volviera inofensivos para su propia tradición. Son los mismos que desde su estrechez mental han reducido el Evangelio a un puñado de doctrinas y ellos creen tener la franquicia de la receta Divina, saben qué le gusta a Dios y que no le agrada, con la misma exactitud de un ingeniero astrónomo. Y obviamente, cualquiera que ose salirse de los cánones establecidos y de “la-forma-que-se-deben-hacer-las-cosas-para-Dios” son tachados de herejes, anticristos, apóstatas o cualquiera de los “insultos bíblicos permitidos” para disfrazar el odio de reverencia, la envida de celo santo por la Obra y la mediocridad por la “voz profética”.


Cuando conocí a Ulises por primera vez, me llamó poderosamente la atención el desparpajo y la libertad con la que desarrollaba su ministerio. Me permití escucharlo para no caer en mismo error que algunos cometieron conmigo cuando se perdían una revelación o un mensaje de Dios solo porque no estaban dispuestos a escuchar a alguien “que contaba chistes de suegras”. Me puse cómodo y disfruté de un monólogo extraordinario, creo que aquella vez habló acerca de los héroes de la juventud. En menos de dos minutos captó la atención del público, transcurridos los diez los tenía literalmente subyugados con el relato en medio de risas y carcajadas que tronaban por todo el auditorio. Durante su inusual presentación se dio el lujo de tocar algunas “vacas sagradas” (esos temas tabúes de nuestra cultura cristiana de los cuales todos hablamos en nuestras mesas privadas pero hipócritamente jamás mencionamos detrás de un púlpito) se rió de si mismo varias veces y finalmente arribó a una reflexión brillante, logrando que los que estábamos allí dijéramos por lo bajo: “Todo lo que dijo es cierto”, y alguno que otro, sollozaba en silencio. De pronto algunos se percataron que el humor solo sirvió para anestesiarnos y permitir que una gran verdad penetrara en lo profundo de nuestro ser, logrando una fuerte convicción del Espíritu Santo. Luego de unos veinte minutos, ya nadie reía, la atmósfera había cambiado y el Señor hacía su obra en los diferentes corazones que colmaban el recinto. Aquella noche supe sin ninguna duda, que Dios había dotado de un gran talento a Ulises, pero al mismo momento tuve la convicción que había elegido un camino muy difícil, el menos transitado y por consecuencia el más ilógico: conducir la gente a Dios con un método poco tradicional. Si al mismo Señor lo crucificaron porque no llenaba los requisitos del Mesías esperado, a Ulises tampoco se le iba a hacer muy fácil.

El punto es que Dios lo usa de una manera extraordinaria, pero el tema es que lo hace con un método novedoso y eso siempre termina molestando a cierto sector del legalismo. Si por años a mi me han etiquetado y subestimado por el simple hecho de utilizar el loable recurso del humor para distender una conferencia, me imagino a lo que se expone Ulises al utilizar el hermoso regalo del Señor: el humor, liso y llano, tal cual como Dios lo diseñó.
El hombre que viajó conmigo en aquel avión diría: “Es demasiado sencillo para creerlo!” y los religiosos de siempre dirán: “No es la forma que se supone que se debe usar para predicar. Debería ser mucho mas serio, llegar con el ceño fruncido, gritar bastante y exhortar indignado. Eso es a lo que llamamos un hombre de Dios!…este es solo un cuenta-chistes”.
En resumen, luego de haber escuchado a Ulises por primera vez, me acerqué a el y le di un consejo que debo reconocer que el no me pidió, pero sospecho que aún así no lo ha olvidado:

- Van a intentar destruirte, literalmente –le dije- allá afuera hay un grupo de conservadores con mas odio del que puedas imaginarte, y cada uno tiene una piedra en la mano. Ellos simplemente las arrojarán sin piedad y dirán que te envió el mismo infierno, que eres una blasfemia para el Evangelio y hasta algunos pasarán horas y horas de su tiempo diseñando blogs en internet o editando videos en tu contra para luego subirlos a la red. Aún así estás dispuesto a ser fiel al llamado original que el Señor te dio?

- Claro que si –me dijo sonriendo- esto es para lo que nací, este es mi propósito y se que el Señor me llamó exactamente a hacer esto.

- Entonces nunca te rindas, pelea por la originalidad de tu ministerio, nunca permitas que el entorno te diga como actuar o como responder a tu llamado.

Creo que me sentí motivado a decirle eso porque durante mis primeros años estuve empecinado en que los demás (en especial mis colegas) me tomaran en serio. Y debo reconocer que durante mucho tiempo le di la espalda al precioso don que Dios me había otorgado. En la ardua tarea de no quedarme fuera del sistema me puse serio, usé buenas corbatas evangélicas (esas anchas que vienen con un pescadito cristiano) y traté de enterrar aquello que había estado conmigo desde que tengo uso de razón.

Un día me cansé y decidir ser yo mismo. La risa es una panacea contra el estrés, al apuro, los malentendidos, los enojos y los imponderables. Una provisión de salud, un jarabe para el alma y una anestesia para el dolor. Libera endorfinas, calma los nervios, distiende, y pone nerviosos a los religiosos de siempre (siempre hay una contraindicación o un efecto adverso en cualquier buena medicina).


Desde aquel día que hablé con Ulises suele escribirme respecto a los lugares donde Dios lo lleva y las puertas que día a día se le abren, solemos estar en contacto aunque sea por correo electrónico. Yo sigo orando fervientemente para que el jamás se detenga a escuchar a aquellos que nunca hacen nada sino que mantenga el rumbo de su timón y pueda ser de inspiración a actores, escritores, a los que incursionan en el stand up o a cualquiera que se anime a explorar los distintos géneros artísticos para llegar a los que necesitan escuchar el mismo Mensaje de siempre, pero que quizá no están dispuestos a recibirlo del modo mas tradicional.

En este libro vas a conocer el pensamiento de un talentoso orador y escritor, pero por sobre todo, vas a bucear en el corazón de un hombre temeroso del Señor que se ha atrevido a incursionar el Reino con un ministerio que abre brechas en medio de tantas mentes cerradas a la multiforme gracia de Dios.

Si acaso eres de los que opinan que el humor es una desfachatez y una falta de respeto a algo tan sagrado como el cristianismo, te ruego que te des la oportunidad de leer esta maravillosa obra, tal vez cambies de opinión durante los primeros capítulos. Si por el contrario estás del lado de los que disfrutan reírse a carcajadas y sospechas que Dios debe tener un muy buen humor para soportar a personas como tu, este libro será lo que un depósito de queso a un ratón.
Y a mi nuevo amigo Ulises, solo puedo decirle una sola frase: Bienvenido a mi mundo!

Dante Gebel
Ese predicador que hace chistes de suegras.
“La política es tan mala, que si se la agregas a una palabra tan pura como “madre”, se transforma en suegra!”