3 abr 2009

¿Cómo sueñas la iglesia?

Últimamente he reflexionado sobre esta pregunta.

Dos imágenes propuse.

Una, la del circo Romano, cuando nuestros hermanos enfrentaban el más brutal escenario, donde solos , lanzados al ruedo del que no hay salida, se aferraban a Dios, en medio de cánticos y oraciones, sabiendo que estaban solo a minutos de ver a su Salvador.

La otra, una imagen que deseamos esconder, porque nos incomoda, nos averguenza. La imagen de un niño desnutrido, un niño como miles en latinoamérica que también se mueren literalmente de hambre.

¿Qué tienen que ver estas dos imágenes?

Creo que nos dicen mucho acerca de lo que ya no somos como iglesia.


  • Hemos aprendido de memoria a cómo ser una institución, pero poco hemos aprendido a ser una familia.

  • Aún nos cuesta vivir el ejercicio del perdón restaurador. Nos es más fácil ejerecer la disciplina punitiva.

  • Nos cuesta trabajar el liderazgo del servicio, pues nuestra naturaleza busca someter al otro.

  • Aún relacionamos la espiritualidad con ciertas normas estéticas, por ejemplo algunos creen que una tela colgando del cuello es signo distintivo de la santidad.

  • Hemos perdido el valor del discipulado, ese que te pide la Vida y nada menos que eso.

  • Nos quedamos con el Jesús celestial, pero poco nos importa ese otro que empolvaba sus sandalias en las aldeas que vivían en la miseria.

  • Como iglesia, redujimos la doctrina de los apóstoles a discusiones académicas y la sacamos de lo cotidiano, del mundo, de la política, de los medios de comunicación, del medio ambiente, de la justicia social, de las políticas económicas, de la districución de los recursos de manera equitativa, de la falta de oportunidades para los que viven en desventaja, en esencia, redujimos la doctrina a una invitación para ir a la biblioteca y no para ir al mundo.

  • Como iglesia, se nos olvidó defender la Fe y comenzamos a atacar con la FE.

  • Como iglesia, nos volvimos autistas del mundo y sus necesidades, hasta creamos un lenguaje propio, lleno de códigos y signos que no son relevantes al mundo.

Yo sueño con una iglesia relevante, con una voz profética en la sociedad.

Sueño con una comunidad viva, espontánea, donde los lazos de amor sean más fuertes que cualquier otra cosa, donde se lea la Biblia y sea más sabroso que el mejor asado, donde haya espacio para el que es diferente, donde el liderazgo sea un facilitador y no tanto un gerente detrás del escritorio.


Donde los cultos estén permeados por la obra renovadora del Éspíritu, donde cada área de trabajo sea de acuerdo con los dones.


Donde la pregunta sea: "¿De qué manera podemos seguir obedeciendo al Padre y comprometiéndonos con el prójimo?"


Yo sueño con una iglesia así, incluso donde tengamos buenos conflictos, pero que al final de la jornada, podamos pedir perdón, reconocer nuestros errores y encaminar al más débil.