9 ago 2007

Hasta pronto


Me entretejo por los pasajes del barrio Yungay y trato de hacer el mismo peregrinaje que hicimos por casi 40 años.
El mercado, la plaza de armas, el Santa Lucía.
La llovizna cae y mis pasos te buscan en el cementerio general.
Ya estoy viejo y achacoso y quizás dentro de unos días me hunda en una cama para no volver más.
Respiro hondo y ahí estás.
Limpio el polvo que cubre tu nombre.
Querida, te cuento que el otoño ya está marchitándose y creo que me voy con él.
No es un adiós, no.
Sin duda este es un buen día para decirte hasta pronto

7 ago 2007

¿Quién es digno?


Anciano ya estoy, abrumado por la soledad, herido, macilento, olvidado.
Tan lejos del hogar, tan distante de los míos. Preso en una oscura celda, en una isla inexpugnable, acorazada por grandes murallones que serpentean alrededor de toda la cárcel. Muy profundo, en estas cavernas oscuras y húmedas, donde la muerte y la locura se oyen día y noche como un zumbido que ensordece mi corazón.
Metros caminando en sentido vertical, haciendo brecha por eternas y profundas escalinatas, hasta lo impenetrable. En el más absoluto abandono me encuentro. Hace ya mucho que no veo la luz del sol. Hace ya mucho que no saboreo el aire fresco.
¿Qué sentido tendrá la vida? ¿Qué sentido tendrá seguir luchando por esta utopía? Tanta gente inocente ha muerto y aún la justicia sigue dormida.
He perdido familia, amigos, posesiones, todo. Todo por causa de una esperanza que ya a estas alturas parece haber muerto en el olvido, devorada por toda la maldad que galopa por el mundo de extremo a extremo.
Ya cuando nada tiene sentido, cuando las fuerzas son escasas, es mejor cerrar mis ojos y morir. El calor en lo profundo de este infierno es insoportable y el oxígeno parece ser ese amigo que solo lo ves en tus sueños y esos gritos de espanto y de muerte que no cesan, que se oyen desde profundidades aún más escalofriantes.
La muerte en este lugar parece el mejor don.
¿Qué pasa?
¡Una luz aplasta todas las repugnantes y lóbregas tinieblas!
Unas manos gigantes aparecen en escena, me arrebatan y en un abrir y cerrar de ojos, los cielos de los cielos se abren para mostrarme algo que ningún ojo humano ha visto.
De pronto, mis pies que por tiempos y tiempos acostumbraron pisar fango y roca, en aquellos trabajos forzados a la luz de antorchas, ahora se ven sobre cristales y piedras preciosas, imágenes que solo pueden describirse haciendo comparaciones con lo más hermoso que tenemos en la tierra, pero aún así las comparaciones más extraordinarias son solo una débil sombra de esta visión.
Se abren grandes salones, tan inmensos que mi mirada busca límites, pero es imposible. Grandes salones, donde la mano humana no ha participado.
En medio yace un gran trono y Uno sentado.
Su majestad no tiene nombre, petrifica mi alma. Me atemoriza su presencia.
Como si fuesen círculos concéntricos, alrededor del trono posan cuatro seres vivos cuya función es rendir adoración a Aquel. Después, majestuosos hombres de blanco con coronas engarzan esta visión.
Un silencio maravilloso cubre la escena, hasta que los seres vivos y los ancianos se postran delante de Aquel, lo reconocen como el creador, que con su amor ha dado vida a todo lo que existe. Ahora un arcoiris se despliega sobre el trono hiriendo el firmamento, un maravilloso haz de luz multicolor se enciende violentamente. Es el mismo arcociris que vio Noé, cuando Dios decidió tener misericordia sobre nuestra precaria humanidad, hoy se alza imponente, dando cuenta que aquel que yace sobre el trono es bondadoso, tardo para la ira, pero grande en misericordia.
Ahora se oyen las marchas de millares de ejércitos, vienen hacia nosotros.
Millones de pasos que se acercan, el ruido es como las olas revolviéndose en una gran tormenta.
El miedo es inevitable.
Mis ojos no pueden creer lo que veo, infinitas filas de seres angelicales, como un mar de imponentes figuras extraordinarias avanzan hacia el trono.
Vienen a su llamado, como los hijos que regresan a la casa del padre.
Aún a pesar de que mi mirada se pierde buscando fronteras sin hallarlas, así también busco y estos ejércitos no tienen fin. Es maravilloso.
De pronto uno de ellos, uno con rostro curtido por miles de años de sabiduría, alza su voz, parece como si un trueno naciese de su garganta e hiciese temblar los cimientos del universo.
Veo al que está sentado y un libro sostiene en su mano derecha. Está sellado.
El general de los ejércitos celestiales grita: -¿Quién es digno de abrir este libro y desatar sus siete sellos?-
Veo este libro, ahí está contenido el destino de la humanidad. En este libro están todas aquellas cosas escritas, la historia de cada uno de nosotros, la historia de cada clan, de cada tribu, nación y lengua, nuestra historia.
¿Quién podrá tomar la historia de la humanidad y darle coherencia a todos los atropellos, a todas aquellas desgracias, a todas las muertes que descienden mudas al sepulcro?
Busco impaciente en todo el gran salón a aquel que pueda tomar las riendas de la historia y traer salvación.
Pero mi búsqueda es infructuosa. Nadie, absolutamente nadie responde a la voz.
Un silencio impotente demuda mi rostro.
Miro en mi corazón todo aquello por lo cual luché, todo aquello por lo cual renuncié. Miro todos esos rostros de mujeres, hombres y niños que buscaron sentido a la vida cuando ya nada tenía sentido.
Miro los atropellos, la injusticia, la corrupción, las millones de muertes de inocentes, la impunidad frente a la maldad y veo como todo queda tal cual como está.
¿Cómo no habrá nadie en el mundo que nos de un respiro?
De pronto mi corazón se apaga dentro de mí y mis lágrimas brotan desesperadas, y veo millones de personas que siguen llorando sin consuelo y su llanto se ahoga en el olvido.
Pero alguien toma mi hombro, me doy vuelta y uno de los ancianos me dice.
No llores, ha aparecido alguien que tomará el libro, ha llegado el tiempo predicho de siglos y siglos.
El león de la tribu de Judá, La Raíz de David, él ha vencido.
Busco inmediatamente a ese león, busco y no lo encuentro en ninguna parte.
¿Dónde está al imponente León que traerá un nuevo día a estos tiempos marchitos?
Pero… no lo puedo creer. En vez de un león, veo a un corderito que se acerca al trono.
Si, es un corderito, pequeño y frágil. Observo su cuerpo y veo que está empapado en su propia sangre. Me doy cuenta que este corderito ha sido sacrificado, pues tiene las marcas de la muerte y su sangre destila sobre su cuerpo.
Si bien ha muerto como un sacrificio por nuestros pecados, él está en pié, ha vencido a la muerte y se pone en marcha hacia el trono, toma el libro con sus pequeñas manos.
Lleva siete cuernos que hablan de su absoluto poder sobre todo lo creado.
Al instante todos se postran y rinden adoración al cordero. Este mismo cordero es el león de la tribu de Judá.
Ahora todo tiene sentido, ahora mis cadenas y mis cárceles no son en vano, ahora mis lágrimas tienen un propósito.
Viene el día y está a las puertas, en que el cordero comience a desatar los sellos de este libro y todo aquello por lo cual hemos soñado, todas esas oraciones por las cuales hemos esperado, se harán realidad.

Goza mientras puedas Injusticia.
Alégrate mientras puedas Muerte.
Embriágate con la maldad ahora que tienes tiempo Oscuridad.
Pues viene el alba, viene el día maravilloso donde nuestro Rey volverá para establecer la paz y la justicia sobre todo el universo.
Alégrense los pobres y los olvidados
Alégrense los que cargan pesadas cruces
Alégrense, pues el Cordero ha vencido y por su sangre derramada podemos aún tener esperanzas y caminar confiados, pues ni las más horrendas privaciones apagarán nuestro gozo.
Ni aún la muerte ya es digna de entorpecer nuestro futuro.
Pues como el cordero vive y reina, nosotros también viviremos y reinaremos con él. Amén.

5 ago 2007

Diccionario de la real academia Evangélica

¡Que tal!
¿Se imaginan que entráramos a nuestras iglesias, pero en los zapatos de un no cristiano evangélico?
A continuación... entremos a nuestras iglesias sin biblia, sin corbata, sin cara de ayuno de 40 días... no.
Entremos a nuestras iglesias como uno más de aquellos que no son parte de nuestra sub cultura evangélica.
"Pues con la vara que mides... trancas la puerta"
Evangelio perdido de san Ulises 3:16 1/2

http://es.youtube.com/watch?v=l7jHWs-y6FE