Una mujer es arrojada a la calle de manera violenta. En pleno acto de adulterio es sorprendida y sin más aviso los líderes religiosos la jalan hasta el patio del Templo.
Puede sentir las miradas que se cruzan sobre ella como azotes lacerantes. Llegan donde Jesús y él no la mira, sólo escribe en tierra y se trata solo con los hombres que quieren ajusticiarla.
La vergüenza es absoluta, sobretodo en su cultura, donde mostrar desnudes en público es uno de los actos más ignominiosos que se pueda concebir.
Luego vuelve la mirada al suelo y escribe algo en tierra. Solo después que todos salen de escena, Él por primera vez la mira y en un tono compasivo la invita a rectificar su vida.
Muchos teólogos se han preguntado qué escribía Jesús en tierra, pues fácil la respuesta... no importa!!!!!, lo importante es que Jesús puso su mirada en tierra porque no quería participar de la jauría de religiosos que con la Ley de Moisés en su mano, usaron la Palabra divina para humillar a un ser humano.
Jesús, en un acto magistral, borra esa línea que a nosotros nos gusta resaltar, para distinguirnos de los demás y fundamentar una mirada discriminadora.
Jesús nos pone a todos en el mismo saco. Todos hemos fallado a Dios, todos necesitamos de su perdón, nadie debiera lanzar la piedra sin antes mirar su propia vida y reconocer que también merece juicio.
Jesús inclina su mirada porque él no participa de las estructuras religiosas que se levantan para alejar a las personas de Dios, usando la humillación y la vergüenza.
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