Siempre me acuerdo de ti
Luis era un buen tipo, profesional y emprendedor, pero luego
de 15 años de matrimonio, un día su mujer le dijo que ya no lo amaba.
Lo tomó estoicamente pero poco a poco su mundo comenzó a
desmoronarse.
Lejos de su casa ya unos meses, caminaba por las calles de
la ciudad.
Solo, absolutamente solo, cargando sus lágrimas
inconfesables.
La sombra de la muerte palpitaba como un gusto dulce por su
boca.
Una luz reflejada por los cristales de un edificio viejo lamió
su frente.
Pero dentro de él ya no había luz, solo sombras, pesadas,
abrumadoras, cubrían todo, su pasado, presente y futuro.
Donde fuera le daba igual, así como le daba igual este día
como el de ayer.
Solo, solo de adentro, caminaba, caminaba, caminaba.
De pronto el timbre de una bicicleta rechinaba desde la
vereda del frente.
-¡Luis!-
Vio al otro lado de la calle, era un antiguo amigo que venía
en una bicicleta clásica, esas con manubrios de paloma.
-Hola querido, cómo estás, que increíble verte por estas
calles-
Era Dios, con su pantalón escocés y su mostacho blanco,
regordete y amigable quién lo saludaba.
-No sabía que vivías en la capital-
-Si, hace unos meses que estoy aquí-
-Pero... ¿Cómo estás? ¿Cómo te ha tratado la vida?-
-No me quejo..."Si supiera que la vida se olvidó de mí
y mi esposa también"-
-Amigo-le dijo Dios- pasa este viernes por mi casa, vivo
donde mismo, el otro día estuve con Gabriel y nos acordamos de ti... siempre me
acuerdo de ti querido-
Y Dios se alejó calles abajo.
Luis siguió caminando, la pena seguía en su corazón, pero
por unos minutos algo misterioso pasó, se dio cuenta que Dios aún se acordaba
de él.
Marcó en su agenda el día viernes.
Quién sabe si irá, posiblemente si, pues cuando sientes que
vas perdiendo la batalla en la vida, cualquier taza de café, cualquier
conversación amigable, cualquier mirada cariñosa, es un buen refugio para
fortalecer el alma.
"Dios aún se acuerda de mi"...
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