20 nov 2011

La Ruta de la desolación. Extracto de mi libro "El Rey de los mendigos" (Aun escribiéndose)


Cadenas

Años envueltos en las mismas tareas, agobiados por un tiempo que se percibe eterno, pesado como si el mundo descansara sobre nuestras espaldas.

Años más, años menos, todo es lo mismo bajo estas mazmorras.

Las cadenas y los barrotes son nuestra única música.

Pero hemos oído como un susurro que se cuela debajo de estas celdas malditas, La posibilidad de ser libres. Esa libertad que nos espera más allá de estos muros.

Hemos oído que ya algunos han degustado de la luz y de la brisa que alienta hasta el corazón más abatido. Hemos oído de algunos que decidieron salir de este pozo abismal. ¿Podrá alguien verdaderamente ser libre de este infierno?

Nos miramos y decidimos que es mejor morir como libres a vivir enjaulados como bestias.

Nos levantamos con lo único que nos queda, nuestra dignidad.

Todas las noches, la guardia pasa con antorcha en mano frente a las celdas, tanto para comprobar que nada extraño aconteciese y como era común sacar los cadáveres que se rindieron en la oscuridad.

Nos decidimos y mientras la guardia pasaba, uno de nosotros escupió al de la antorcha, provocó tanto al soldado que este se acercó a la celda pensando en romperle la cabeza al hombre detrás de los barrotes, se acercó lo suficiente para que entre tres lo tomáramos y lo azotáramos contra los fierros. Fuimos poseídos por una ferocidad animal, lo golpeamos hasta saber que no se levantaría y ya cuando alcanzamos a tomar la llave y su espada, logramos abrir la celda.

Gritos espantosos más abajo.

Tambores de la muerte laten desde las entrañas del infierno.

Las sombras han sido sueltas y vienen por nosotros. .

Pero en nuestras frentes marchitas no hay temor.

Moriremos como hombres libres, las cadenas no bastan para domar nuestro espíritu.

...

Uno de los nuestros lleva tantos años en las mazmorras, que conoce todos los intrincados pasajes. Llegamos luego de encontrarnos con tres guardias. Los redujimos con facilidad, pues aunque famélicos, el sueño de volver a nuestro hogar hacía recobrar fuerzas de fuentes internas aún inhóspitas para nosotros.

Llegamos a una suerte de salón pequeño usado por el centinela. Abajo no hay mas que un risco y un rompe olas de unos 60 metros de altura. Las criaturas oscuras de Abheziel vienen detras nuestro.

Los trapos que llevamos como ropa parecen armaduras pesadas, el cansancio es como un fardo insoportable.

Pero la brisa y el sonido de las olas nos da la convicción que la libertad no es una utopía.

Nos entregamos al viento, mientras caíamos por el risco en dirección al mar, la brizna nos recibía con un canto de victoria mientras sentíamos las flechas hambrientas que salían desde las almenas impotentes de Abheziel. Sentíamos como las almas de miles de inocentes también huían con nosotros hacia el infinito.

...

En el yelmo oscuro

La tierra se extiende extraña y fría.

El camino a nuestro paso nos desconoce y nos amenaza desde cada rincón.

Nos dimos cuenta que al salir de las mazmorras nos encontramos con un paisaje desalentador, ser libre no es caminar sobre begonias ni pétalos luminosos. La tierra nos desafía a ganarnos esta libertad.

Solo buscamos salir de aquí, pues sabemos que algo mejor espera hacia el poniente.

Salimos de esa miseria absurda para encontrarnos con esa Luz insondable que habita más allá de los llanos de la desesperanza.

Conjuros cayeron sobre este lugar maldito donde ni los muertos hayaron paz.

Cada paso es imposible, pero de eso se trata, un paso a la vez... Un paso a la vez. El amanecer nos espera al otro lado de las montañas, vamos hacia tí amanecer bendito, vamos hacia tí mentras caminamos en medio de esta noche que parecía invencible.

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