16 ene 2010

PIADOSA CRUELDAD EN HAITÍ

(Escrito por Gustavo Román, teólogo y abogado costarricense)

El tele-evangelista Pat Robertson, explicó que el terremoto en Haití es el resultado de una maldición que ese pueblo arrastra desde que, para liberarse de la ocupación francesa, hizo un pacto con el diablo.

Pat no reveló sus fuentes para arribar a la mistérica hipótesis. Es probable que el propio Satán se lo haya susurrado; pero lo que aquí quiero comentar son dos implicaciones de lo afirmado, la primera de orden teológico y la segunda estrictamente moral.

La tesis de Pat, supone que las personas pueden sufrir castigos divinos por crímenes ajenos. No se trata de que las consecuencias del pecado de unos caigan sobre otros (algo que cotidianamente pasa en nuestras carreteras). No, sino que Dios inflige penas sobre individuos en virtud de actos no cometidos por ellos. La idea se expresa en antiguas tradiciones bíblicas: “Yahvé… que castiga la iniquidad de los padres en los hijos y en los hijos de los hijos hasta la tercera y cuarta generación” Ex 34.7. Los insensatos amigos de Job también la postulan. Pero ya los deuteronomistas proponen otra lectura: “No morirán los padres por culpa de los hijos ni los hijos por culpa de los padres. Cada cual morirá por su propio pecado” Dt 24.16.

Más adelante, en palabras del profeta Ezequiel “al justo se le imputará su justicia y al malvado su maldad” Ez 18.20. Se formula así, en el pensamiento religioso de Israel, el concepto de responsabilidad personal.

Posteriormente, Jesús enfrentó la cuestión del mal. Ante el ciego en el estanque de Siloé, los discípulos preguntaron si su padecimiento se debía a un pecado propio o a uno cometido por sus padres.

Jesús contestó que la causa no estaba en éste ni en aquellos, pero que esa dolorosa realidad era ocasión propicia para que se mostrara en el ciego la obra de Dios (Jn 9). El origen del mal lo encaró como misterio y, en consecuencia, al respecto guardó silencio.

Pero, además, reconoció en el dolor un imperativo del amor de Dios, para que su acción salvadora se manifieste en la compasión y la solidaridad, entre los seres humanos.

Así, Manuel Fraijó precisa dos tradiciones cristianas sobre el mal: la que ve el mal como algo merecido, consecuencia del pecado y que pregunta por los culpables; y la que ve el mal como algo que arrasa incluso inocentes (Job), como tragedia sin causa explicable y que enfatiza la urgencia de auxiliar a las víctimas.

Jesús entendió el mal desde la segunda. El samaritano Pat, por el contrario, en vez de poner bálsamo en el cuerpo herido del asaltado camino a Jericó, habría especulado sobre qué antiguas maldades de sus ancestros podrían haberle acarreado tal destino.

Lo de Robertson no tiene que ver, solamente, con las repercusiones de la comprensión literal de textos bíblicos, propia del fundamentalismo protestante. Hay agresividad en sus palabras. Cuando hace años sentenció que el ataque a las Torres Gemelas y el huracán Katrina habían sido producto de la legalización del aborto (Pat es insigne defensor “de la cultura de la vida”), evidenció que el rostro de su dios es muy distinto al del Dios de Jesús.

La divinidad que lo anima sigue una lógica clara: si los políticos autorizan la eliminación de embriones humanos, él, con la furia irresistible de su poder vengador, demostrará que es capaz de ahogar aún más vidas en New Orleans (aunque no tengan nada que ver con la decisión del Capitolio).

Un dios muy parecido a Bush, dispuesto a multiplicar infinitamente la cifra de fallecidos el 11 de setiembre, con la sangre de iraquíes inocentes.

Cargar sobre las agobiadas espaldas de los dolientes, la temeraria acusación de que están malditos por Dios, único Ser del que muchos esperan ternura en medio de su dolor, es perverso.

La palabra piedad tiene dos acepciones, la primera es la compasión por el sufrimiento ajeno y la segunda, celo o fervor religioso. Juntas, alientan a muchas Teresas de Calcuta.

La segunda sin la primera, es capaz de elevar a temperaturas infernales la crueldad y odio visceral de tanto Torquemada que anda suelto.

1 comentario:

HØ®@©ÏØ dijo...

Excelente comentario Ulises. Me gusta tu apreciación con respecto a la imagen que tiene muchos de ese Dios vengativo, y no del Dios de amor y misericordia.