La luna nueva se monta sobre la noche espectral.
Estamos tan cerca de casa.
Sabemos que ya no volveremos a ser los mismos después de tanta muerte, después de ver las abismantes extremidades de la maldad. Nuestras sombras huelen a cadáver, nuestra comida ya no apetece y hasta el agua que bebemos es amarga como la hiedra. Pero a su vez, sabemos que estas miserias no se compararán en nada a la jubilosa experiencia de volver y ser recibidos en los aposentos de nuestro Rey.
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